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CADENA PERPETUA: HISTÓRICA REEDICIÓN DE SU PRIMER DISCO

Hace ya casi veinticinco años caminaba yo por El Chopo, el rastro rockero más grande del mundo, que aún hoy sigue funcionando en Ciudad de México, cuando vi una cinta de cassette que provocó mi estupefacción. Se trataba de la portada de “En nombre de la paz”, el primer disco del grupo sevillano Cadena Perpetua, que jamás había encontrado en ninguna de las muchas tiendas de vinilos que por entonces había en Madrid.


Tener que hacerse 9.000 kilómetros en avión para ver copias caseras como ésta había merecido la pena, máxime cuando los amigos mexicanos parecían apreciar más que los propios españoles el heavy metal patrio menos conocido, aquel que no procedía de la capital y su entorno. El grupo Cadena Perpetua tenía por entonces una aureola extraña, en parte por su condición de linaje unido por un mismo sentimiento rockero. Mucho arte debía tener la familia Pipió cuando tres de sus miembros constituían el esqueleto de la banda: Antonio “Negro” a la voz, Rafael “Fali” como guitarra solista, acústica y española y Manuel “Lolo” a la batería. La formación la completaban Miguel Georgio “Mani” al bajo y los coros y Francisco Uribe en la segunda guitarra solista y los coros.







Poco o nada se sabía de lo que "metaleramente" hablando ocurría en la capital andaluza, donde nombres como los de Acracia o los propios Cadena eran islas artísticas en un océano dominado por el tipismo, la nueva ola “a la sevillana” y un rock autóctono cercano al granadino como el que bordaron los maravillosos Dogo y los Mercenarios.

La cosa es que encaré la escucha de “En nombre de la paz” entre la atracción por una portada de inspiración  más bien power-metal -cuando este género aún no existía- y la incógnita más absoluta. Lo que me encontré tras esa imagen me fascinó. Se trataba de un crudísimo Heavy Rock de mensajes positivos, que apelaba a la hermandad y la unidad de los pueblos como si de un Himno de Andalucía global se tratase. Las letras me tocaron la fibra solidaria y humanista, porque Cadena Perpetua no pretendía salvar o condenar el mundo, sino solamente comprenderlo y sobrevivir a él.

Había además un toque de andalucismo muy profundo, como si el poeta Blas Infante se hubiese puesto a componer para las huestes metaleras de Triana o mejor dicho, del barrio de San Jerónimo del que procedía el conjunto. En cuestión de militancia, Cadena Perpetua se mojó por el socialismo andaluz antes de que éste fuera traicionado por toda una generación de políticos socialdemócratas. Lo hicieron con motivo de la campaña electoral de las elecciones municipales a mediados de los ochenta, en la que participaron como apoyo artístico en varios de sus mítines.

El dato en sí no pasaría de anecdótico si no fuera porque la banda tenía una visión muy social y comprometida de sus mensajes y temáticas, que de forma indistinta cantaban a la dignidad de los pueblos del sur, la defensa del medio rural e incluso el ecologismo y el animalismo (¿alguien más que yo ha relacionado esto mismo con los gaditanos y también ochenteros Tiburón?). Su identificación con la cultura sureña más enraizada salpicaba frecuentemente su música, donde de manera ocasional se adivinaban ecos flamencos o folclóricos.






Personalmente Cadena Perpetua siempre me sonaron mucho a sus coetáneos Badana -grupo alicantino de similares mimbres-, cuya crudeza y sinceridad debieron calar -o bien podrían haber calado- en los oídos de un jovencísimo Roberto Iniesta, por mucho que esta hipotética conexión con el trío de Ibi pueda resultar rocambolesca. Así lo siento yo, y así se lo he contado. Ese eje Alicante-Sevilla-Plasencia es un triángulo geográfico de lo más interesante para profundizar en esta manera propia de entender la música dura en la Península.

Las composiciones de Cadena Perpetua tenían una cadencia y compás sin apenas parangón en el resto del país. La deficitaria producción de este primer disco parecía incluso beneficiarles, por cuanto aumentaba su encanto ingenuo y pleno de autenticidad, con un punto de encanto y verdad muy propios de los grupos setenteros del sello Chapa. Ganas me dan de coger este CD y dar una colleja con él al crítico Luis Clemente, que les ninguneó de mala manera en el historia escrita del pop y el rock sevillano. En fin, menos mal que el tiempo pone las cosas en su sitio.







El sello Iberia Metálica y Gadir Records no sólo han digitalizado “En nombre de la paz”, sino que además han incorporado una excelente e informativa biografía en castellano e inglés. Como material extra se incluye también la sorpresa de cinco temas inéditos procedentes de una grabación efectuada entre diciembre de 1986 y enero de 1987. Se trataba de su segunda maqueta, recuperada ahora para deleite de los coleccionistas. 

Todos los detalles han sido cuidados al máximo, como lo demuestra la inclusión de las letras de los trece temas que suman el vinilo y la demo. Sabemos lo que costó entenderlas y transcribirlas, por lo que sólo nos cabe valorar aún más este rescate del gran tesoro oculto del Heavy Rock de Andalucía.

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